Sergio Morales
Mi vecino es un imbécil. Hoy por la mañana cuando salí de casa por mi periódico, el olor del excremento del Ringo se estrelló de golpe y sin aviso en mis fosas nasales. No me explico que rayos tuvo que comer ese animal para que sus heces fecales produjeran ese hedor tan nauseabundo. Si me hubieran preguntado en ese momento les digo sin dudar que ese perro se había comido un muerto. Era un olor muy fuerte, extremadamente fuerte, tanto que a punto estuve de volver el estómago pero logré contenerme. El hedor se extendía desde la entrada de mi puerta hasta el buzón que está a junto a la calle. Tres enormes montañitas de excremento dos en el césped y una en el camino de cemento, junto con dos enormes orinadas una en la puerta de mi casa y otra en el buzón decoraban el frente de mi casa con singular alegría y notoriedad.
Era demasiado, no iba a soportarlo más, en ese preciso instante y lleno de cólera fui con mi vecino a reclamarle por las acciones del Ringo (su perro) quien seguramente había sido el causante de todo el numerito.
Toqué la puerta con decisión y nadie abrió. Tras un minuto volví a tocar y tampoco hubo respuesta. Estaba por tocar otra vez cuando escuché a mi vecino con voz cavernosa como de quien recién acaba de levantarse gritando desde adentro de su casa – I’m coming.
Cuando abrió la puerta solté todo mi arsenal de acusaciones sobre el perro y señalé con gran énfasis cada una de las cagadas y las orinadas del animal.
Le expliqué mis derechos como vecino. Le dije que su acción era muy antihigiénica y que todo esto era una gran falta de respeto primero que nada a mí como persona y como vecino afectado pero que también era una falta de respeto brutal a todo el vecindario.
Le dije que un césped llenó de excremento de perros arruina la reputación de todos los dueños de perros quienes sí se preocupan por los demás y que estos serían juzgados por los tipos como él que no levantan el excremento de su perro y que eso terminaría en menos lugares a dónde pueden ser llevados los perros porque les prohíben la entrada por esta razón. Viéndolo desde ese punto de vista, su falta parecía terriblemente grave. Y llegué a pensar que estaba tocando las fibras más sensibles del corazón de mi vecino porque se rascaba la cabeza mientras yo hablaba y hablaba. Pero cuando terminé mi extensa acusación, él hizo un tremendo esfuerzo por cerrar el ojo izquierdo y apretó con mucha fuerza sus parpados de ese mismo ojo como si hiciera contrapeso para que el otro ojo (el derecho) se abriera.
-¿Y está seguro que fue el ringo?- dijo con fastidio.
-¿bromeas? Pregunté
-no- me dijo.
-¡Tu perro es el único animal que puede hacer excremento de ese tamaño!- respondí ahora sí muy enojado – En ocasiones no sé si es un perro muy grande o un oso muy pequeño- afirmé.
-Pues no vecino, no creo que esa cagadas sean del ringo, el ringo anda estreñido y hace puras bolitas- dijo.
-¿What? Exclamé
-Sí oiga, además esas orinadas no son del color del ringo, el hace pipí más oscura porque está tomado medicamento.
-¿De qué me hablas?¿Cómo puedes decirme eso? ¿cómo puedes estar seguro de eso? Respondí ya muy encabronado.
-De la misma forma que usted asegura que mi perro es el culpable, nomás de puro ver- respondió y me cerró la puerta en la narices.
Un perro produce 250 gramos de heces diariamente y las heces de los perros son de las más contaminantes. Estudios arrojan que de los 75 millones de perros en los estados unidos se crean 3.6 billones de libras de basura por año. Un simple gramo de popó de perro puede contener 23 millones de bacterias fecales coliformes que puede causar calambres, diarrea, desórdenes intestinales y problemas de riñón.
Existen varias enfermedades que pueden ser transmitidas perros y gatos callejeros. Esta gran cantidad de zoonosis (enfermedades que padece el hombre por estar en contacto con los animales) pueden llegar a afectar la piel, aparato digestivo, causan problemas respiratorios, alergias, y pueden afectar órganos como el corazón, hígado entre otros. Las heces caninas juegan un rol principal en la contaminación del agua, especialmente en las ciudades.
Dejar las heces en las calles o en el parque es contra la ley en la mayoría de los estados de Los estados unidos de Norteamérica y en algunos de ellos las multas son muy considerables.
No existen baños públicos para perros por lo que el dueño debe darse a la tarea de levantar el excremento del animal. Existen guantes desechables de plástico para la limpieza que venden en todos los supermercados. Es recomendable, por lo contaminante del excremento, utilizar doble guante y doble bolsa en donde depositaremos el excremento para luego llevarlo al bote de basura más cercano.
Es muy importante no tocar las heces son las manos y lavarse muy bien al terminar todo el proceso. Si ya de plano no te atreves a levantar la popo con guantes dobles, pues existen unos recogedores de plástico especiales que también son muy fáciles de encontrar en cualquier tienda departamental.
Reportar el hecho a las autoridades
Existen Instituciones en cada ciudad de los Estados unidos encargadas de este tipo de delitos referente a los perros. Puedes encontrar los teléfonos en el directorio telefónico o en internet. Por ejemplo en Houston está “The American Society for the Prevention of cruelty to animals” es muy fácil contactarlos y la atención es muy rápida. En muchos vecindarios existen las asociaciones de vecinos que también tienen un reglamento que incluye este tipo de arbitrariedades. Cada ciudad es diferente, acude a la administración local y haz valer tus derechos.