Por Sergio Morales
Para ese entonces ya debía tres meses de la camioneta. Las tarjetas de Bealls y Jc penny gritaban desde mi cartera suplicando por un abono. Las otras tarjetas pertenecientes a los bancos habían muerto ya desde hace varios meses atrás, sin embargo, siempre me ha gustado conservarlas porque vive en mi la esperanza de algún día poder depositarles dinero. Aunque eso nunca pasa. El tenis izquierdo de mi hija se rompió con el esfuerzo de la última barrida en el partido de futbol de su escuela. El par de tenis promedio vale cerca de 20 dólares. Mi esposa insiste en que pintarse las raíces negras de su cabello es prioridad en nuestra lista de gastos. A Manuelito le prometí su juego nuevo de PlayStation si sacaba puros dieces en la calificación. Lo hizo y no tengo idea de cómo podré cumplir esa promesa. Trato de subir los escalones lo más rápido que puedo. Intento avanzar de a tres o cuatro por zancada. La oficina de recursos Humanos de mi empresa siempre ha estado en el segundo piso y según mis compañeros, el contador necesitaba urgentemente mi presencia en su oficina. Mi corazón latía con gran fuerza y rapidez, en parte por lo cansado de subir los escalones y en parte por el miedo a que sucediera lo peor. Los escalones eran interminables en mi percepción aunque en la realidad solo fueran 23. Llegué a la puerta y traté de calmarme para no lucir agitado y jalé aire para luego sacarlo poco a poco para no hacer ruido. Toqué con cuidado pero lo suficientemente fuerte para que me escucharan.
-Pásale Espinoza!!!-se escuchó desde adentro la potente voz del contador.
No es que los ruidos o los gritos me espanten, pero si te manda llamar el encargado de más de 70 despidos en tan solo el año pasado, seguro que tu estómago también pierde la fuerza como le pasó al mío.
-Cierre la puerta Espinoza- dice el contador.
-Claro que sí señor- respondo de inmediato al tiempo que cumplo con la orden.
-Espinoza ha sido un verdadero placer contar con sus servicios en esta empresa, déjeme decirle que pese a su estupenda e impecable labor durante todos estos años, los tiempos actuales nos obligan a prescindir de sus servicios de manera inmediata. No me queda más que desearle suerte en cualquiera de sus nuevos proyectos, pedirle una firma en este documento y estrechar su mano como un verdadero amigo- dijo.
El mundo se detuvo.
Pude ver como los abogados de la agencia se llevaban mi camioneta por falta de pago. Manuelito no dejaba de verme de esa particular manera en la que solo un padre puede darse cuenta que ha fallado. El cabello de mi esposa tiene las raíces tan grandes que parece más una peluca emo mitad negra y mitad amarillo deslavado. El árbitro del partido en la liga de fútbol escolar no le permite a mi niña jugar con zapatos. Ni siquiera en la posición de portero. En el buzón de mi casa hay diez cartas de Bealls y JcPenny respectivamente en todas ellas me exigen que tengo que pagar lo que les debo.
Mi mundo se viene abajo.
No hay nada que hacer. Bajo las escaleras sin una gota de espíritu en mi alma. Ahora las escaleras no lucen tan grandes, de hecho son demasiado cortas o quizás es que mis pasos son tan cortos porque me resisto a abandonar la empresa. Me queda claro que al pasar la puerta me convertiré en una cifra más de los millones de desempleados en este país y no quiero hacerlo. Me siento desprotegido, abandonado solo y terriblemente devastado. Me tomo unos segundos antes de abrir la puerta principal. Es mi manera, no de despedirme porque nunca me han gustado las despedidas, pero sí de sentir por última vez el apoyo de mi empresa. El respaldo de mi quincena. El cobijo de mi seguro. La protección para mi familia. Respiro profundo y tomo tembloroso la agarradera de la puerta para abrirla. Cuando un fuerte grito hace que me cimbre de pies a cabeza.
-Espinoza!!! Me grita el contador desde la puerta de su oficina.
No contesto nada, no puedo hacerlo, estoy demasiado triste para siquiera reaccionar así solo volteo un poco la cabeza para verlo.
-Inocente palomita que te dejaste engañar- me dice antes de soltar una gigantesca carcajada junto con su secretaria y los demás compañeros de su oficina.
-Es primero de abril Espinoza, happy April Fool’s Day!!! – decía mientras no paraba de reír.
Sentí ganas de llorar.
El Día de los Santos Inocentes es la conmemoración de una leyenda cristiana: la matanza de todos los niños menores de dos años nacidos en Belén (Judea), ordenada por el rey Herodes con el fin de deshacerse del recién nacido Jesús de Nazaret.
La iglesia católica recuerda este acontecimiento el 28 de diciembre, aunque de acuerdo con los Evangelios, la matanza debió haber sucedido después de la visita de los Reyes Magos al rey Herodes el Grande (uno o dos días después del 6 de enero), aunque también la fecha de la adoración de los Reyes Magos a Jesús no tiene una fecha dada exactamente en las escrituras.
En Estados Unidos, a diferencia de otros países de Latinoamérica este día se celebra el 1 de abril y se le llama “April Fool’s Day”, o “Día de los Tontos.
En Hispanoamérica y en España es costumbre realizar en esta fecha bromas de toda índole. Los medios de comunicación hacen bromas o tergiversan su contenido de tal modo que la información parezca real. Se trata de una libertad que se dan los agentes mediáticos para dar rienda suelta a su sentido del humor, oportunidad que solamente tienen una vez al año. Es tradición que los periódicos publiquen páginas enteras de noticias cómicas, con la advertencia de que es día de los inocentes, que van desde las que son una obvia mofa a cualquier suceso reciente, hasta las que parecen serias y engañan al lector desprevenido. El día de los inocentes se vive en todo el mundo hispanohablante.