Por Hernán Gálvez
Entre las poquísimas cosas que detesto está, definitivamente, la generalización gratuita, el estereotipo facilista, el que evita pensar. Los seres humanos somos una especie incierta y las categorías sólo sirven para la estadística: cada uno de nosotros significa un universo insondable, indescifrable, pero, sobre todo, no agrupable.
Es por eso por lo que el tema del innegable ingreso del Tren de Aragua a los Estados Unidos no debe ser enfocado como un suceso estampado con una bandera. En este caso, la venezolana.
Así como en los ochenta se (estúpidamente) estigmatizó la criminalidad en la Florida por “culpa de Fidel” (la migración masiva de cubanos, entre ellos, indudablemente criminales), ahora se pretende lo mismo con los venezolanos en Estados Unidos, específicamente en Nueva York.
Sí, es verdad: el infame grupo criminal Tren de Aragua se incubó en Venezuela. Cual metástasis, se ramificó en Colombia, Perú, Ecuador y ahora llegó a la gran manzana -existen reportes de sus actividades en Miami y Chicago, también. Pero, a ver: ¿los gobiernos de los países donde esta banda se expandió son entonces ‘víctimas’? ¿Es en serio? ¿Se puede victimizar la inoperancia, la ineficiencia, la mediocridad?
No existe tal cosa como el crimen “local” o el delito extranjero. El crimen es crimen, por el amor de Dios. Es tan estúpido como culpar a Colombia, Perú o Bolivia por los millones de adictos que revientan sus neuronas con cocaína en Estados Unidos, o achacarles la propagación del sida a los gays.
¿Venezuela tiene la culpa de que el país no con una, ni dos, ni tres, si no ¡cuatro! agencias de inteligencia -al menos reconocidas- no pueda (¿o no quiera?) evitar el ingreso de inmigrantes indocumentados? ¿Hay que tener un doctorado en sociología para saber que en cualquier movimiento migratorio siempre se infiltrará un porcentaje de indeseables? ¿Es culpa de Venezuela, o de México, que la frontera del país más poderoso del mundo sea una coladera?
El crimen, así como la imbecilidad, es universal.
O lo afrontamos como debe ser, con una estrategia global e interdisciplinaria, o le seguimos el juego a quienes le conviene que la criminalidad continúe. Porque, no nos hagamos los locos: ¿quién gana cada vez que hay una guerra, el que queda con menos muertos? No: los que venden uniformes, los que venden armas. O una más recientita: ¿quién ‘ganó’ con la pandemia? ¿El país con menos contagiados, o los laboratorios?
¿Qué pasaría con la DEA, las farmacéuticas, los centros de rehabilitación, etc., si desapareciera por completo el tráfico de drogas? ¿Qué hace el gobierno para que millones de jovencitos dejen de joderse el cerebro con químicos? Culpar a los productores, eso es todo. O sea, la culpa no es del comprador, si no del vendedor.
Entonces, el fronterizo mental de Maduro tiene la culpa de que el Tren de Aragua esté por acá. Oigan, de que Maduro es un impresentable, sí, por supuesto; una ameba tiene más raciocinio que ese subnormal. Y su responsabilidad es indiscutible. Ese “escape” de Héctor Guerrero de una cárcel venezolana es más falso que una lesión de Neymar. Pero la responsabilidad no es un bingo, si no un lamentable dominó: todos tienen triste parte de la torta.
Escuchar al vocero del FBI decir ‘orgullosamente’ que se capturaron a cuarenta miembros del Tren en la frontera es simplemente patético. O sea: dejo que entren por la ventana de mi casa a miles pero estoy contento porque capturé a dos sentaditos en la sala. El Tren de Aragua, astutamente, ha aprovechado la coyuntura: los Estados Unidos vive una crisis migratoria sin precedentes.
Sólo el año 2023 ingresaron al país, léalo bien: ¡2.8 millones de indocumentados! Una vez en la frontera puedes decir que te llamas Periquito Pinpín y te dejan pasar. Te dejo entrar, te suelto, y luego veo si te quedas. Por supuesto que entre aquellos millones hay muchísimos que siguen sus procesos y luchan honestamente por su oportunidad de una vida mejor. Mas sólo por sentido común es obvio que entre esos millones ingresan miles de sabandijas.
Y esos miles no detectados por el nulo filtro migratorio no van a presentarse a sus audiencias de “asilo” una vez liberados pues, hay que tener dos dedos de frente. Pero el gobierno se alegra de haber capturado a cuarenta.
Pero bueno, ya están aquí. El Tren de Aragua no es un grupo criminal impositivo, por el contrario; se adapta a las circunstancias y ahí radica el motivo de su “éxito.” Hay reportes de que están uniendo fuerzas con pandillas locales ya conocidas, como las “maras.”
Otra de sus características es el nulo respeto por la condición humana. Aquí hay que estar loco para enfrentarse a un policía. Estos, patearon sin asco a un oficial en el suelo y arrastraron por la calle a una anciana en Nueva York.
Paremos este tren con inteligencia y no buscando culpables. El crimen sólo paga cuando se deja avanzar. Hasta la próxima.