Por Ivan Gomez
Daniel Habif no solo llena teatros ni acumula vistas en redes. También predica. Pero su púlpito no parece un altar, sino una tarima iluminada. Su biblia no es un texto sagrado, sino una mezcla de autoayuda, neoliberalismo emocional y una retórica que huele a evangelismo contemporáneo. Habif, el mexicano convertido en gurú de la motivación, se ha vuelto una figura polarizadora. Su imagen es la de un hombre carismático, bien vestido, de verbo fácil y discurso inspirador. Pero detrás del brillo, las luces y los libros de frases bonitas, algunos críticos advierten algo más inquietante: un mensaje disfrazado que mezcla la religión con el capitalismo más agresivo.
El video “Daniel Habif | Telepastor evangélico disfrazado de coach”, publicado en YouTube, desenmascara lo que muchos perciben pero pocos articulan. La crítica no es contra la fe, ni contra la motivación personal. Es contra el uso de herramientas religiosas para vender un paquete de salvación emocional, solo que en vez de redención divina, ofrece éxito financiero, resiliencia forzada y frases de superación que encajan perfectamente en un reels de Instagram.
Habif no es el único, pero es quizá el más sofisticado de los nuevos “telepredicadores del capitalismo emocional”. Su estilo combina versículos, referencias bíblicas, lágrimas ensayadas y una estética visual cuidada al milímetro. La fórmula: dolor personal + esperanza comercializable. El dolor, suyo o prestado, se transforma en narrativa. Y la narrativa, en producto.
En el video se expone también una cronología confusa y contradictoria en su historia personal, como si Habif adaptara su biografía a la necesidad del mensaje. Las contradicciones no son menores. Lo que ayer era depresión, hoy es iluminación. Lo que fue pobreza, se vuelve discurso motivacional con marca registrada. Y lo que debería ser autoconocimiento, se convierte en consumo.
El verdadero problema no es que motive, sino a quién le sirve esa motivación. El mensaje de Habif, bajo la promesa de “liberarte de tus cadenas”, refuerza la idea de que todo es culpa tuya. Que si no tienes éxito, es porque no crees lo suficiente. Que si te duele, es porque no rezas lo suficiente. Que si caes, es porque no estás dispuesto a pagar el precio. No hay contexto, no hay sistema, no hay estructura que explique el dolor. Solo voluntad. Solo fe. Solo tú.
Ese discurso, tan atractivo en tiempos de incertidumbre, termina por ser una trampa para el alma. Una que muchos aplauden, pero pocos cuestionan. Y es precisamente en ese espacio, entre el aplauso fácil y la reflexión profunda, donde vale la pena detenerse y mirar con lupa.
Porque no todo lo que brilla es sanación. Y no todo coach es guía. Algunos solo están vendiendo boletos al cielo… pero en primera clase y con costo adicional.
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